martes, 22 de marzo de 2011

Intelectuales
Frente a esta tradición la sociología justamente ha hecho valer el hecho de que las doctrinas políticas son ellas mismas resultado histórico y funciones sociales y el hecho de que en rigor todo hombre es, en alguna medida, un intelectual en cuanto sujeto de razón.
Los desarrollos de la sociedad de masa evolucionada dan luz sobre tendencias que contrastan estas deformaciones. En primer lugar la creciente incidencia de la técnica y de la ciencia sobre los procesos de trabajo y la consiguiente intelectualización de las mismas actividades de trabajo pone en evidencia el carácter limitado y “provisional” de la separación de la clase intelectual, tanto más que las mismas funciones especificas de los intelectuales son golpeadas por procesos de masificación y salarizaciòn.
En segundo lugar, sin embargo, justamente la sociedad de masas exalta las funciones intelectuales de la ciencia y de la cultura en la actividad sociopolítica y exige, en particular, una subordinación de la política a los controles científicos. Esto significa que mientras “el fin de las ideologías” no marca del todo el fin de las funciones intelectuales sino de los tradicionales doctrinarismos, el crecimiento del tejido cultural de la sociedad se vuelve una exigencia general para los fines de la misma producción material y pone metas absolutamente nuevas para la misma política.
Conciencia política
Es necesario salir de la difundida y banal concepción de que la conciencia política consiste en la pasiva adhesión a una concepción política de la cual es portador un partido o movimiento político. Una concepción semejante no hace más que regresar el problema ya que será necesario preguntarse qué cosa es y sobre todo quien elabora esta conciencia política del partido o del movimiento.
De este modo son resucitados todos los antiguos dualismos, por una parte esta la política de los intereses, del sensible empírico naturalista que rebasa los límites en la irracionalidad y en la violencia, por la otra está la política intelectualista y moralista que elabora los fines de manera separadas de los intereses o manipulando los intereses para fines que, al no estar injertados en ellos, se subordinan a la técnica del poder. A la política “ingenua” y pasional de quien queda sumergido en el mundo instrumental de los medios se yuxtapone la política que fatalmente se degrada hacia la rudeza del oficio político por el otro extremo.
Cultura política
Es quizás el campo de la cultura moderna en el cual se vuelve necesaria una profunda operación de renovación crítica.
Parece difícil una “reforma de la política” operada por los mismos protagonistas de la política. Por el contrario, se piensa en la necesidad de fundamentar operaciones de largo plazo alrededor de la política. Se trata de subordinar la política a un estudio objetivo, que la prive de una suerte de extraterritorialidad científica que deriva de la primacía que la política merece conservar sobre la cultura y sobre la ciencia.
Como miembro de la especie el individuo vive su naturalidad dentro del capullo de las relaciones sociales y de las instituciones político jurídico. Dentro de este capullo de especie el individuo consuma al mismo tiempo su mortalidad natural y produce su inmortalidad cultural.
Consenso
Existe y es preponderante, una concepción genérica del consenso, entendido sustancialmente como mera “aceptación” de la política, del régimen, del gobierno.
Se puede hablar, en política, de consenso solo cuando existen instituciones capaces de garantizarlo, expresarlo, medirlo, revocarlo. En la base del consenso esta la misma consención moderna de la soberanía popular y de la democracia política. Con base en esta concepción se pide al pueblo un consenso que permita formular una voluntad política (ley) por medio de un cuerpo electivo de representantes políticos.
Se puede hablar también de consenso activo, mientras se tiene consenso pasivo cuando falta o resulta secundaria la investidura consensual del poder.
Por una parte obtener el consenso corre el peligro de volverse una operación mera instrumental para conducir una política de poder (consenso pasivo)
Mujeres
La tradición liberal ha excluido por principio a la mujer de la titularidad de derechos políticos.
La mayoría de la humanidad ha sido de tal manera excluida de la subjetividad política y a menudo de toda una serie de derechos civiles.
Parece significativo, sobre todo, el hecho de que todavía ahora se descuida este elemento fundamental en la valoración de la democracia. En efecto, a menudo la democracia se define como un conjunto de “reglas del juego”, como un sistema de procedimientos, lo que significa que con este criterio puede considerarse democrático incluso un régimen que excluya el sufragio femenino, como precisamente ha sucedido durante largo tiempo.
No tiene caso hablar de derechos de la persona antes que del hombre, ya que estos últimos han significado frecuentemente desigualdad para la mujer.
Derechos humanos
Los derechos del hombre dejaron en la sombra los derechos de la mujer; los derechos naturales ignoraban las situaciones sociales; los derechos del individuo se contraponían a los derechos sociales. Derechos humanos parece ser la denominación correcta. Hace ver que ellos son inherentes a todos los miembros de la especie humana independientemente de cualquier característica específica individual, en realidad es una conquista histórica de la humanidad civilizada.
Es un hecho que durante siglos no se ha logrado hablar de derechos humanos.
Como escribió Whitehead “durante casi mil años de la civilización clásica ser un hombre civilizado significo ser propietario de esclavos” y por muchos años todavía significo ser un hombre blanco, macho y propietario.
En todo el medievo la posición social determinada la condición humana general de manera que el individuo era todavía solo un fragmento del grupo social al cual pertenecía. Sus “derechos” eran por lo tanto graduados en el grupo de pertenencia y se configuraban más bien como privilegios.
En el plano teórico los derechos humanos revelan una suerte de organicidad y conexión internas en el sentido de que el reconocimiento de algunos de ellos mueve una lógica de expansión en otras direcciones. La proclamación del derecho de razón trajo consigo el reconocimiento de la dignidad jurídica de cada hombre como sujeto de razón.
Pero en conjunto los derechos humanos han demostrado una fuerte capacidad de difusión y expansionismo que les vuelve a dar actualidad continuamente por encima de cualquier condicionamiento.
Cuerpo
Con el mundo moderno el cuerpo irrumpe en la política. Pero al principio se trata solo de una “revaloración” respecto del “desprecio” con el cual era cubierto en la tradición espiritualista medieval. Persiste la primacía de la persona o dignidad espiritual Locke opina que el cuerpo es propiedad de la persona.
Las cartas constitucionales admiten ampliamente los nuevos postulados de la dignidad corporal del hombre. En cuanto a la política la satisfacción de las necesidades se vuelve un problema central.
La “cuerposa” estructura de la dignidad laica se da así también a las “necesidades del alma” y la deja disponible para todos.

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